lunes, 3 de agosto de 2009

La historia de Oskar e Ily

Suecia, Estocolmo, Blackeberg. Hace mucho frío, el cielo está ya oscuro aunque son las seis de la tarde. Un chico rubio tiene una navaja en la mano y la empuña contra un árbol. La clava en el tronco con decisión y grita con furia: "¡Chilla, chilla cerdito!". El zagal entrena lo que no es capaz de hacer en la realidad, porque no tiene la valentía para defenderse de los abusos de unos compañeros del colegio que se meten con él y no le dejan en paz un solo día. Mientras Oskar recrea el momento que no ocurre, Ily le vigila silenciosamente donde él no la ve... hasta que se produce el encuentro.

El párrafo de arriba narra una de las escenas de Déjame entrar (Lat den ratte komma in). Ya os hablé de la película hace unos meses. Ya le he visto. Un soplo de aire fresco, cine intimista, tiene escenas crudas pero que el espectador medio aguanta. Belleza, cuidado y mimo en cada plano. El director Tomas Alfredson quiere atraparte con su adaptación (de la novela que guioniza el propio escritor). A mí no me sacó de ella durante los 105 minutos de duración. Cine con mayúsculas.

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