sábado, 6 de enero de 2007

El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria…

El siguiente texto no lo he parido yo. Es obra de Laura Fernández, una periodista murciana a la que muchos de vosotros conocéis. Como está de moda el tema de los trepillas o de los que ya no sueñan cuando trabajan, cuando me lo leyó le pedí permiso para que lo pudierais disfrutar en mi rinconcito virtual, ahí va:

El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria…


La frase es de Sábato, pero debería apropiársela cada ser humano. Sobre todo en el trabajo. En otros países, como en Francia, la gente lo hace. Y aquí hay fabulosas personas que también se la apropian. Pero hoy me centraré en los otros. En los que desconocen esta frase bien porque no saben siquiera quién es Sábato o bien porque no reparan en las frases del último genio que haya publicado (algo, no lamentable, solo lastimoso). Antes, cuando estaba en la universidad, o incluso en el instituto, jamás se me ocurrían estos temas.

Ahora hablaré de las cloacas. De la gente que nunca sonríe. De los que pareciera que van oliendo a butano por todas partes. Esto es terrible, para el resto. Hablo de la gente que grita a otros sólo porque su amargura es demasiado ácida como para tragársela uno solito. El que nunca sonríe hay algo, por encima de cualquier cosa, que no soporta, y es la sonrisa del vecino. Hablo de sonrisas reales.

El que jamás canta en su miseria no soporta que el mísero hombre de al lado sí cante. Esa es la pobreza de espíritu, que en nada se parece a la pobreza material, que vive muy lejos de ésta. En grandes bancos o multinacionales, donde la gente no vive en la pobreza, sino en la opulencia, el que no sonría no tiene pase.

Por lo tanto, de estos no hablaré. Pero sigo en terreno conocido. El que no sonríe cuando entra, da gritos y tumbos, anda casi a ciegas y parece hasta que no se duchó, éste tiene un perfil que yo he definido a lo largo de mi carrera. Es una persona profundamente inculta, y matizo lo que para mí significa ser inculto: una persona inculta no es aquella que no haya estudiado, sino aquella que tras salir de la universidad no vuelve a los manuales. No vuelve a inspirarse en los autores que en alguna ocasión le hicieron soñar. No vuelve a pensar en lo que pensó, no se retrotrae para alimentarse en el origen, en la fuente. En lo que dijo que haría. No es inculto el que no fue a la universidad pero devora periódicos, novelas, diccionarios, películas, discos y conversaciones.

Esta persona no sólo es culta sino interesante, tanto que podría tumbar al más doctorando. Pero el que nunca sonríe, el terrible trepa y sin embargo penosamente transparente, éste sí es el inculto. Suele carecer de formación, todo sea dicho. Y además carece de sensibilidad (algo que no necesariamente le falta al que no fue a la facultad). Este insensato es, por encima de todo, un ingrato. No sabe dar las gracias por nada. Ni por la oportunidad que le dan cada día al permitirle sus excéntricas salidas de tono ni por el simple hecho de que le enseñen.

Es un fascista y cínico que niega lo que dijo y se cambia la chaqueta con la misma naturalidad con la que otro se cambia de ropa interior. No tiene escrúpulos ni clase. Grita como un cerdo al que están clavándole la navaja con cada contradicción que se le plantea. Patalea con un simple NO y desconoce tanto el camino que sigue como por supuesto el fin. Lamenta profundamente que al resto le vaya bien. Esto le hiere. Se convierte en una víbora que le corroe el corazón el simple cotilleo de que a una compañera le han dado una entrevista importante.

No sabe disfrutar más que consigo mismo. Es tal su egoísmo que hasta envidia a la imagen de su espejo: por no ser El. Y para poner un broche a este personaje le propinaré una cita de Nietzsche: “hablar mucho de sí mismo puede ser un medio de esconderse”.

Por Laura Fernández.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy fácil señalar a los demás y no hacerse cargo de las propias miserias. Seguramente es difícil ver la viga en el ojo propio. La persona que escribió este texto es muy hipócrita, siendo miserable como lo es, señala a los otros sin hacerse cargo de sus propios errores.
Las palabras están bien escritas y meticulosamente acentuadas, pero más allá de las palabras lo que importa son las acciones que uno encausa en su vida cotidiana.
Por más que sepa escribir muy bien y escoja las palabras correctas a la hora de hacerlo, los textos de una hipócrita (mala persona que se muestra como buena) pierden valor.
Un texto de un asesino que escribe sobre derecho a la vida por ejemplo.

QB dijo...

Cuando tengas algo personal, da la cara, no seas así de acojonado. Quizá desconozcas quién ha escrito esto, por ello no tienes derecho moral a ir enjuiciando a la autora del texto. Sé un hombre, da la cara y no te escondas en iniciales. Es muy fácil mojarse sin identidad. En este blog todos los textos tienen autoría. Hasta que no te identifiques para mí eres ESCORIA HUMANA y una MARICONA. PD: La envidia es muy mala y los que no tienen formación y no lo asumen, tienen aún más.

QB dijo...

elt, o das tu identidad a conocer o te borro el comentario. Identifícate cuando armas bulla (que a mí me encanta, pero que te escondas en un nick me parece de cobarde).

Anónimo dijo...

vaya, he de reconocer que me muero por hablar con quien me llama asesina (o me compara con un asesino) e hipócrita. Mucho me temo que esta pesona no dará la cara, ya lo habría hecho si hubiera querido.
Bien, como veo que me tienes fichada, diría que hasta crees conocerme, pues no me conoces en absoluto porque yo nunca he perimtido que alguien como tú se me acerque a más de dos metros de distancia, TE RETO a que me cojas por la calle o donde quiera que me veas y me digas todo esto a la cara. Vamos, no te acojones por segunda vez.

Anónimo dijo...

Perdón, es una confusión, se ve que hay varias Lauras Fernández escritoras... disculpas por los inconvenientes ocasionados.