Érase una vez un unicornio violeta. El pequeño potro se llamaba Valur. Desde pequeño jamás consintió que nadie le montara. Los unicornios no subían a hombres a sus lomos, sólo a mujeres y no a todas.
La manada estaba desconsolada, Valur no admitía a nadie. Era diferente. Algo le decía que no debía montar a nadie. Pero un día apareció una niña adorable, tanto, que Valur quedó prendado de su delicadeza. La niñita acariciaba con suavidad los pétalos de los girasoles, cantaba cerca del riachuelo y pintaba en la arena del cenagal. Valur relinchaba suavemente mientras describía círculos alrededor de la pequeña. La dulce doncella se asustó y corrió hacia su casita. Valur estuvo triste toda la semana y el paso del tiempo no aminoró su anhelo hacia a aquel ser que, por primera vez, sí quiso montar.

El unicornio, que antes era violeta, se convirtió en un flamante pegaso blanco. Sólo cuando un unicornio alcanza la divinidad se transforma en un caballo alado. Valur venció al Oso, salvó a la menuda deidad y así fue como pasó a ser un pegaso.

Cuenta la leyenda que ambos se han reencarnado en nuestro mundo, ahora sólo falta buscarles y recordarles lo que pasó, para que nunca olviden que en las estrellas se juraron amor eterno y que su pasión titila en forma de astros en los confines del universo.
PD: Son ya muchos años L. - Te quiero
3 comentarios:
Jo que suerte L. Vaya relato más bonito. Qué tierno. Cuenta con mi apoyo por eso de que eres un Baeza y los Baezas son grandes. Un besazo, tb pa L. cuando queráis nos tomamos unas cerves y nos conocemos.
Eso dicen, que los Baeza somos grandes. Jajaja. Muchas gracias, no sabes lo que me aporta que comentes mi faceta literaria.
Va siendo hora de que nos conozcamos y nos peguemos una cenorra el Manu, Laura, tú y yo.
Has escrito más ??? Enhorabuena !!!
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